Son las 8:30 de la mañana cuando me encuentro con José. El ya viene de ordeñar las cabras de otro amigo. Sigo por su recorrido diario, dando de comer a su pequeño rebaño de cabras.
En lo mas alto del cerro de Itálica, me muestra el paisaje, que yo ya conozco desde niño, pero el me va indicando como se llama cada cerro y cada finca de los alrededores.
Antes de pararnos en un pozo a darle de beber al rebaño, me canta unas coplas. Coplas que le hacen emocionarse, ya que son escritas por el y dedicadas a su difunta madre.
José es de los pocos cabreros antiguos que quedan.